El Balance más esencial

 La negación del cuerpo viene a mi mente como uno de los conceptos que más han arrastrado nuestra condición humana hasta los parámetros en los que viven las sociedades contemporáneas. No importa qué tan liberal sea alguien, hay muchas probabilidades de que esté trabajando el tema de la culpa con la sexualidad o la visión de su propio cuerpo, adquirida por bloqueos familiares, religiosos y culturales. trastornos de alimentación, o algún tipo de sociopatía. Debajo de todas esas capas de aparente libre albedrío e individuación, de actitud contestataria ante los límites sociales establecidos, se esconde el quiste del rechazo la propio cuerpo. 

Como manda una ley energética, una de esas que regulan nuestra existencia en este plano como seres humanos, a lo que te opones, le das energía. El resultado de esta oposición fundamental a la idea de la corporalidad como el origen de flatulencias, líquidos prohibidos (el origen del pecado de la carne) y olores incomprendidos, el resultado es una fijación aún más extrema en la parte densa de la realidad. Lo que conocemos como realidad en sí, la parte material de la verdadera realidad en sí. va a dictando nuestra relación con ella y con los otros seres. No se puede negar que cada quien vive la realidad que piensa que ES. Mientras más dolor haya para alguien en su campo visual; más dolor seguirá apareciendo. Mientras más felicidad y abundancia, así será para quienes más felices y abundantes son. Es como si cada quien viviese en universos paralelos; tan distintas son las percepciones de este plano terrenal como seres humanos lo habitamos.

¿A qué toda esta palabrería? Apunto a que, parte del trabajo de estar presente y trascender esta perspectiva limitante de mí misma, o de mi entorno, implica destruir ese quiste almacenado en alguno de nuestros cuerpos energéticos internos. Para esto, desde mi humilde experiencia, haría falta dos cosas fundamentales, aunque seguro, no las únicas: 

1) Estar presente al momento del conflicto de lo físico (cualquier conflicto con el plano físico);

2) Entender desde un plano superior (o al menos, con tu hemisferio cerebral derecho) que tu cuerpo y tus egos son necesarios para estar manifestado como humano. Necesitamos la densidad de los egos para poder andar en estos vehículos de carne y hueso que habitamos.

Para el primer punto, hace falta estar presente. Practicar awareness, cualquier actividad que te lleve al flow, hacer voluntariado y producir la mayor parte de tiempo emociones positivas, armoniza tu campo sutil y lo alimenta. Es necesario esta alimentación para poder producir cambios. No se puede, repito, NO SE PUEDE REALIZAR NINGÚN CAMBIO SUSTANCIAL SIN ENERGÍA. La energía que proporciona la comida es altamente secundaria a la que nos da la Tierra directamente, el aire, el sol y el agua. Éstas energías se equiparan a la que nos otorgan los planos sutiles mediante prácticas altruistas y emociones elevadas. Y les llamamos elevadas con justa razón: al analizar una gráfica de un encefalograma o un electrocardiograma, por ejemplo, tomados al momento de estar felices, en agradecimiento, compasión o alegría, se ve un incremento de la coherencia y frecuencia de onda. Los campos lumínicos y electromagnéticos alrededor de nuestros órganos y nuestro cuerpo físico, se ven amplios y en armonía. Estudios que superan los miles al día de hoy demuestran una y otra vez los beneficios a corto y mediano plazo de vivir produciendo estas frecuencias. 

Al contrario, las emociones densas como la culpa, las ganas de venganza o la ira, generan campos electromagnéticos incoherentes y ondas densas que, si se mantienen como una condición crónica, terminan produciendo enfermedades. Según un cuadro de estas frecuencias visto en Sobrenatural, del Dr. Joe Dispenza, la emoción más densa de todas es la lujuria, seguida por la autocompasión o sentido extremo de victimización. No quiere decir que molestarse o sentirse terrible de vez en cuando esté mal: lo pernicioso para la salud física, emocional (y para el entorno) es vivir constantemente produciendo esas emociones. Es como vivir en un ambiente altamente contaminado sin ningún tipo de protección. Más temprano que tarde se ven los resultados.

Para lograr el segundo punto es necesario entender ese equilibrio entre lo sutil y lo físico que somos. No hacer honor a ese equilibrio es lo que en principio origina nuestra ceguera con respecto de las dimensiones en las que realmente vivimos, con respecto de todo lo que nos rodea y acciona sobre todos nuestros cuerpos y a lo cual estamos altamente ignorantes. 

Es necesario practicar diariamente alguna actividad meditativa o que te permita penetrar en un estado de flow en el que estés absolutamente presente sin regalarle tu energía a la actividad del pensamiento discursivo. No está mal tener ese pensamiento; al contrario, es maravilloso. Pero hace falta un balance, y hay que saber cuándo pensar intelectualmente, y cuándo apagar o simplemente observar los pensamientos para no estar ni en el pasado ni en el futuro. Esa facultad, es lo que más energía te da, y la que, aunque no lo hayas intencionado así, te permite llegar a ese balance esencial.

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